22/11/09

5/9/09

La historia de un sable libertador



Antes de embarcarse para América, luego de dejar España para siempre, el entonces Teniente Coronel de Caballería don José Francisco de San Martín adquiere en Londres, seguramente a fines de 1811, el sable corvo que lo acompañaría durante toda su campaña en tierra americana.

La compra del arma, totalmente distinta en sus características a la Espada de Bailén, es índice revelador del espíritu que animaba al futuro Libertador desde el momento mismo del inicio de su nueva gran empresa.

La espada regalada por el Marqués de la Romana, en mérito a su actuación en la famosa batalla librada contra los ejércitos imperiales de Napoleón, era, sin duda, considerada como la del arma conferida en mérito y en tal sentido la debe haber conservado San Martín hasta su entrega al General Borgoño, en Paris, casualmente en el mismo año que confeccionara su testamento en el cual dejaba su sable corvo al General Rosas, como si presintiera ya muy cerca su muerte.

El arma que compra entonces en la capital inglesa es un fiel reflejo de su personalidad. Se distingue por sus severas líneas como por su sencillez, tanto de empuñadura como de la vaina, carente de oro, arabescos y piedras preciosas como gustaban usar entonces los nobles o altos jefes, en sus espadas.

Llevaba implícita, además, la practicidad de su futuro uso, pues estaba presente ya en San Martín el armar a sus escuadrones de granaderos con el corvo que su vasta experiencia guerrera le decía constituiría la mejor arma para decidir la victoria en una carga de caballería, especialmente en aquel tiempo y en aquel característico teatro de operaciones.

La esperanza sobre la eficacia del corvo en mentes lúcidas, corazones valientes y brazos fuertes, se convertirla en una hermosa realidad desde la misma llegada de San Martín a América en 1812, hasta que después de cumplida la hazaña de libertar tres naciones regresa con aquel glorioso sable a la Patria, luego del sublime renunciamiento de Guayaquil.

Retirado el héroe en su exilio voluntario en Europa, desde 1824, había quedado el sable en la que tierra mendocina bajo la custodia de una familia amiga.

Diez años más tarde, en diciembre de 1835, les escribe a su yerno Mariano Balcarce y a su Merceditas diciéndoles: “que si les encargo se traigan es mi sable corvo, que me ha servido en todas mis campañas de América, servirá para algún nietecito si es que lo tengo".

El sable lo acompañó desde entonces en Gran Bourg, primero y en Boulogne -Sur-Mer, después, hasta su muerte, acaecida el 17 de agosto de 1850.

Por carta fechada el 30 de agosto, Mariano Balcarce le escribe a Rosas expresándole, con referencia a la muerte del General San Martín, y de su testamento, lo siguiente: "como albacea suyo, y en cumplimiento a su última voluntad me toca el penoso deber de comunicar a V.E. esta dolorosa noticia, y la honra de poner en conocimiento de V.E. la siguiente cláusula de su testamento: "3ro El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla".

A su vez Rosas, en su testamento, dispone en la cláusula decimoctava: “A mi primer amigo el Señor D. Juan Nepomuceno Terrero se entregará la espada que me dejó el Excelentísimo Señor Capitán General D. José de San Martín (“y que lo acompañó en toda la Guerra de la Independencia”) “por la firmeza que sostuve los derechos de mi Patria". Muerto mi dicho amigo pasará a su esposa la Señora D. Juanita Rábago de Terrero, y por su muerte a cada uno de sus hijos e hija, por escala de mayor edad”.

A la muerte de Rosas, acaecida en 1877, ya había fallecido Juan Nepomuceno Terrero correspondiéndole, conforme a ¡a cláusula testamentaria, la posesión a Máximo Terrero, hijo mayor, y de Manuelita Rosas.

En 1896, el entonces director del Museo Histórico de la Capital, don Adolfo P. Carranza, solicitó por carta a Manuelita Rosas la donación al Museo Histórico del Sable del Libertador.

Con fecha 26 de noviembre de ese mismo año le contesta Manuelita Rosas de Terrero a Carranza, expresándole, en la parte fundamental de su misiva que: “Al fin m¡ esposo, con la entera aprobación mía y de nuestros hijos, se ha decidido en donar a la Nación Argentina este monumento de gloria para ella, reconociendo que el verdadero hogar del Sable del Libertador, debiera ser en el serio del país libertó” requiriéndole, posteriormente, el pedido oficial respectivo para el envío del sable.

Con fecha 20 de diciembre Carranza, conforme al requerimiento efectuado, se dirige por nota oficial a Máximo Terrero, pidiéndole la donación del Sable Corvo del General San Martín.

Con fecha 1ro de febrero de 1897, Terrero contesta la nota oficial al Director del Museo Histórico, expresándole en su parte resolutiva:

“Mi contestación es el envío de la prenda a Buenos Aires, acompañarla de una nota dirigida al Presidente de la República, suplicando a S.E. se sirva aceptarla en calidad de una donación hecha a la Nación Argentina, en nombre mío, de m¡ esposa, de nuestros hijos y al mismo tiempo manifestando el deseo que sea depositada en el Museo Histórico Nacional”.

En la nota dirigida por Máximo Terrero al Presidente de la República, doctor José Evaristo Uriburu, le expresa, en su parte fundamental:

“En virtud de esta solicitud, la presente tiene por objeto ofrecer a V. E. en su carácter de Jefe Supremo de la República, este monumento de gloria para nuestro país, siendo mi deseo donar a la Nación Argentina, para siempre, este recuerdo, quizá el más interesante que existe, dc su valiente Libertador”. “Suplico a V. E. se digne aceptar la ofrenda que hago a ¡a patria en nombre mío, de mi esposa Doña Manuela Rozas de Terrero y de nuestros hijos, y si bien en caso de ser aceptada la donación, nos fuera permitido expresar nuestro deseo en cuanto al destino que se le diera al sable, sería el que fuese en el Museo Histórico Nacional, con su vaina y caja tal cual fue recibido el legado del General San Martín”.

En la misma época, con fecha 25 de enero, se extendió en la Legación Argentina de Londres, a cargo entonces del poeta Luis Domínguez, un certificado donde constan los sellos colocados en la que contenía el sable corvo, en su vuelta de regreso a América y en el que se expresaba:

“y deseando mandarla al Señor Presidente de la República Argentina para que se conserve en Buenos Aires perpetuamente, pide al Ministro de la República que suscribe, que haga poner el sello de la Legación para constancia, y para entregarla así sellada en Buenos Aires".

La caja conteniendo el sable corvo fue embarcada en el “Danube” de la Royal Mail, desde el puerto de Southampton para Buenos Aires, donde fue desembarcada, previo trasbordo desde la corbeta “La Argentina", el día jueves 4 de marzo de 1897.

El día anterior se había expedido el decreto respectivo, por intermedio del Ministerio de Guerra, en el que se expresaba:

“Buenos Aires, Marzo 3 de 1897.

El Presidente de la República decreta

Artículo 1ro: El sable que usó el General Don José de San Martín en las campañas de la independencia sudamericana, remitido al Presidente de la República por el Señor Máximo Terrero, y de que hará entrega el Señor Juan Ortiz de Rozas, se depositará en el Museo Histórico”.

Artículo 2do: La comisión de Jefes nombrados por el Estado Mayor General del Ejército hará entrega de dicho sable al Director del Museo Histórico”.

Artículo 3ro: Comuníquese, etc. Uriburu‑G. Villanueva”.

El sable trasladado desde el puerto fue entregado en el Salón de Ceremonias de la Casa de Gobierno al Presidente de la República, por el Señor Juan Manuel Ortiz de Rozas, en nombre de la familia Terrero. Posteriormente, el Presidente Uriburu lo entregó al Teniente General Donato Álvarez, Presidente de la Comisión Militar designada para tal evento, para que lo entregase al Museo Histórico Nacional.

Poco después, en dicho local, se formalizó el acto de entrega, labrándose el acta, que en su parte de interés, expresa:

“y procedieron a entregar en nombre del Excmo. Señor Presidente de la República una caja, dentro de la que estaba un sable y los documentos que comprueban ser éste el que perteneció al Libertador José de San Martín y que legado en su testamento al General Juan Manuel de Rozas, era donado por su familia a la Nación Argentina, para ser depositado en ese establecimiento”.

Recibido por el Señor Carranza, manifestó que “aquél sería colocado y guardado con la dignidad y atención que merece, como que era representativo de la gloriosa guerra de la emancipación americana”.

Así permaneció el sable corvo bajo custodia del Museo Histórico Nacional desde esa época hasta el 12 de agosto de 1963, en que fue robado por un grupo de delincuentes mediante un golpe de mano, invocando motivos políticos.

Pocos días más tarde, el sable fue recuperado, depositándoselo transitoriamente bajo la custodia del Regimiento de Granaderos a Caballo. En oportunidad de concurrir al Cuartel de Palermo el entonces Presidente de la República, Doctor Guido, expresó:

“Señor Coronel Soloaga, no puede estar en mejores manos la custodia transitoria de esta sagrada reliquia histórica para nuestro país, que en este Regimiento de Granaderos a Caballo”.

Posteriormente, con fecha 17 de agosto de 1964, en virtud de un mandato judicial, se entregó el sable corvo, en sencilla y emotiva ceremonia al Museo Histórico Nacional.

Sin embargo, la serena paz que reclamaba con justicia la reliquia de todos los argentinos, fue quebrantada el 19 de agosto de 1965 al volver a ser robada, por segunda vez, del Museo Histórico Nacional.

Diez meses más tarde volvía a ser recuperada, depositándosela en el Regimiento de Granaderos a Caballo “General D José de San Martín”, donde fue colocada para su guarda y seguridad dentro de un templete blindado, construido al efecto, por donación del Banco Municipal de la Ciudad de Buenos Aires.

Por decreto Nro 8756, del 21 de noviembre de 1967, el Poder Ejecutivo Nacional dispuso su guarda definitiva en el Regimiento creado por el Libertador, el cual expresa:

CONSIDERANDO:

Que corresponde confiar el sable corvo del Libertador al Regimiento de Granaderos a Caballo “General D José de San Martín”, por ser la unidad que creara y la que más íntimamente está ligada, en el sentir popular, a su vida gloriosa.

EL PRESIDENTE DE LA NACIÓN ARGENTINA DECRETA:

Articulo 1ro: Transfiérase al Regimiento de Granaderos a Caballo la guarda y custodia definitiva del Sable Corvo del General José de San Martín

Artículo 2do: El presente decreto será refrendado por los señores ministros del Interior y de Defensa y firmado por los señores Secretario de Estado de Cultura y Educación y Comandante en jefe del Ejército.

Artículo 3ro: Comuníquese, publíquese, dése a la Dirección Nacional del Registro Oficial y archívese.

ONGANÍA, MARIANO ASTIGUETA, GUILLERMO A, BORDA, JULIO RODOLFO ALZOGARAY, ANTONIO R, LANUSSE.

En razón de que en oportunidad de su entrega al Cuerpo para su custodia hubo reclamos de pertenencia del Museo, basados en aspectos legales inexistentes, conviene acotar que la donación efectuada es de las llamadas pura y simple y no con cargo, corno puede desprenderse del estudio del documento de donación.

Si se analiza jurídicamente el legado realizado por Terrero, se puede colegir que lo efectúa "en calidad de una donación hecha a la Nación Argentina, en nombre mío, de mi esposa, de nuestros hijos", según propias palabras y que luego ratifica en la nota al Presidente de la República, agregando que si “nos fuera permitido expresar nuestro deseo en cuanto al destino que se le diera sable, sería el que fuese depositado en el Museo Histórico Nacional”, no constituyendo bajo ningún concepto una dona­ción con cargo.

La mención relativa a la guarda en el Museo Histórico Nacional, que contiene la nota de donación, consigna tan sólo una expresión de deseos de los donantes que de ningún modo impone una obligación jurídica.

Debe tenerse en cuenta que en cualquier transferencia de dominio, la regla es que la misma sea plena, irrevocable e irreversible, circunstancia que hace que cualquier cláusula contraria a esa regla deba ser clara y precisa y que en caso de duda sobre la existencia de un “cargo” la interpretación restrictiva se impone.

En este sentido Salvat, en su tratado de “Obligaciones en General”, página 617, Nro 783, expresa que: “es necesario no confundir el cargo con ciertas manifestaciones de voluntad que no imponen una obligación jurídica", ilustrando ejemplificativamente tal afirmación.

Por otra parte se aprecia la inexistencia de “cargo” alguno en la donación que se analiza. Surge, asimismo, de las propias manifestaciones del donante, cuando expresa que es su deseo donar a la Nación Argentina “para siempre”; expresión ésta que indica que no se hace reserva para pedir en alguna eventualmente la revocabilidad de su donación, lo que de por sí descarta la existencia de un “cargo”.

Finalmente puede señalarse que si a la época de la donación se hubiere interpretado que ella era con “cargo”, lógico hubiese sido que el donante y donatario instrumentasen el acto mediante escritura pública de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 1810, inciso 3ro del Código Civil y conforme con la interpretación y alcance que a dicha norma le daba la doctrina entonces imperante.

También corresponde señalar que fue mediante un decreto firmado por el Presidente Uriburu la aceptación de la donación hecha a la Nación Argentina, lo que siendo un acto administrativo puede ser legalmente modificado su guarda por otro decreto emanado del Poder Ejecutivo Nacional.

Fuera de las razones formales y legales existe también una razón espiritual, más fuerte que ninguna, como lo es la consideración de que ese sable corvo fue adquirido y usado como símbolo de mando y ejemplo en la instrucción del Cuerpo de Granaderos a Caballo, del cual fue su creador y jefe el propio Libertador.

La vieja reliquia descansa definitivamente entre los muros del Cuartel de Granaderos, de los mismos que un día llevara a la carga en pos de la gloria y de la muerte, en aras de la libertad de la propia tierra y de las patrias hermanas de América.

Quebracho

Dirección: Ricardo Wullicher
Guión: José María Paolantonio
Fecha de estreno: 16 de mayo de 1974
Actores: Héctor Alterio, Osvaldo Bonet, Juan Carlos Gené, entre otros.

Siguiendo la línea de películas sobre la historia de luchas populares, esta es una que me ha comentado hoy un compañero del hospital F.

Narra la historia de La Forestal, empresa inglesa de explotación del quebracho colorado instalada en la Argentina, desde 1900 hasta 1963, en el norte de la Provincia de Santa Fe y sudeste del Chaco. El quebracho colorado y su principal subproducto, el tanino, eran un bien muy codiciado entre 1918 y 1945 y su explotación se convirtió en eje de luchas políticas y sociales engarzadas con la evolución del sindicalismo.


Está ambientada en la segunda mitad de la década del ‘10, y trata el problema de los hacheros, explotados sin restricciones por los empresarios ingleses, quienes gracias al amparo de los gobiernos provinciales y nacionales, a la ayuda represiva de la policía local y de una pequeña fuerza armada (la "gendarmería volante" o "los cardenales") especialmente formada por la empresa, sometían a los obreros argentinos a condiciones de vida cercanas a la esclavitud. Una película que nos permite revisitar nuestra historia de una manera lúcida e inquietante.

Podemos observar en Quebracho, al igual que en La Patagonia rebelde, el papel fundamental que han jugado las ideas de los inmigrantes europeos referidas al anarco-sindicalismo, en el surgimiento del movimiento gremial.

Tiempos caldeados

13/7/09

La Patagonia Rebelde

LA PATAGONIA REBELDE (1974)

Dirección: Héctor Olivera
Guión: basada en la novela "Los vengadores de la Patagonia trágica" de Osvaldo Bayer
Actores, entre otros: Héctor Alterio, Federico Luppi, Luis Brandoni, Pepe Soriano

UN FILM SOBRE LOS FUSILADOS DEL AÑO 20
Por HÉCTOR GROSSI

La sexta película del realizador argentino Héctor Olivera comenzó a filmarse el 14 de enero último en Puerto Deseado (Santa Cruz) bajo el título de "La Patagonia Rebelde", sobre la base de la adaptación cinematográfica de una copiosa investigación histórica de los fusilamientos ocurridos en el sur en 1920.
Héctor Olivera eligió para comenzar su trabajo —"La Patagonia Rebelde"—, la secuencia que recrea el combate entre Facón Grande y las tropas del Comandante Zabala, históricamente ocurrido en la estación Tehuelches. Esos personajes serán interpretados, respectivamente, por Federico Luppi y Héctor Alterio.
Una nutrida documentación fotográfica —más de 500 fotografías—
obtenidas del Archivo Gráfico de la Nación, otras pacientemente detectadas por el autor de la investigación, y las aportadas por un residente de Río Turbio, el profesor George Gooderham, son parte fundamental del ingente instrumental orquestado por Olivera para acceder al conmocionante episodio ocurrido en lugares de Santa Cruz, a comienzos de los años 20, de este siglo. A esos mismos objetivos confluyen la actividad de María Julia Bertotto (vestuario), Oscar Piruzanto (escenografía) y Luis Repetto (productor ejecutivo).
Con un costo estimado en 300 millones de pesos viejos, "La Patagonia Rebelde" se filma en Río Gallegos, Río Turbio, Pico Truncado, Lago Argentino, para culminar con escenas a realizarse en los estudios Baires, vecinos a la Capital Federal, donde se han recreado calles de Río Gallegos, la Federación Obrera, la Sociedad Rural y el Hotel Argentino —lugares de la mencionada ciudad santacruceña— donde ocurrieron episodios claves de la rebeldía referida en el título de esta obra.

Quince años después

"Esta película, el deseo de hacerla, arranca hacia 1959, cuando ensoñamos encarar la adaptación cinematográfica de la novela de David Viñas, "Los Dueños de la Tierra" —recuerda el director Olivera—; el mismo escenario, personajes y situaciones tomados de la realidad histórica, coinciden en aquella novela. Quince años después alcanzamos a concretarlos. Creemos que valió la pena esperar. Ahora, en este momento político del país, las elecciones nacionales y el acceso al Gobierno de una fuerza democrática y popular, han facilitado las cosas, entre otros motivos —precisa Olivera— porque "La Patagonia Rebelde" debe contar con colaboración oficial".
Redacción: ¿Qué clase de colaboración?
Olivera: La que se concreta en el apoyo del Instituto Nacional
de Cinematografía cuando declaró a "La Patagonia Rebelde" de interés especial, y el apoyo de armas, municiones y hombres de la policía de Santa Cruz.
Redacción: ¿Y el Ejército?
Olivera: No, el Ejército no. Estimamos que reclamar esa colaboración importa tanto como obligar al Ejército a revisar hechos que, oficialmente, no existieron para la institución.

"La Patagonia Rebelde" será una película absolutamente dramatizada, con excepción de un montaje fotográfico incluido en el comienzo de la misma, documentación que, con el aporte de un locutor, ubica al público respecto de lo que era la Patagonia entre los años 1920 y 1923.

Un fondo militar

"Mi paso de 4 años por el Liceo Militar —declara Héctor Olivera— me ha dejado, en el fondo, algo del Ejército. De allí que del gran número de personajes reales que figuran por su nombre verdadero en la película: Gallego Soto (Luis Brandoni), Facón Grande (F. Luppi), Alemán Schultz (Pepe Soriano), Ministro Gómez (Alfredo Iglesias), Outerello (Osvaldo Terranova). Chileno Fariña (Franklin Caicedo), Graña (Tacholas); y aquellos otros que por razones de producción hemos revestido con nombres inventados: Comandante Zavala (en rigor se trata del famoso Comandante Varela, H. Alterio), Juez Velar (Emilio Alfaro), Méndez Garzón (José María Gutiérrez), Mathews (Jorge Rivera López), Capitán Arzeno (Héctor Pellegrini); de todos, el personaje que más me interesa, por aquel fondo que me ha quedado, es el del Comandante Zavala. Ese hombre viajó dos veces a la Patagonia: la primera para laudar a favor de los obreros, fue un héroe de los huelguistas; la segunda vez, para fusilar a diestra y siniestra. Pienso —dice Olivera— que él es un poco el ejemplo de lo que ha sido, en muchas oportunidades, el Ejército argentino: no tanto victimario, sino ejecutor por cuenta de otros...
Redacción: ¿De quiénes?
Olivera; Ejecutor en nombre de los políticos, de los intereses económicos, de Inglaterra, de Chile y de Estados Unidos...
Redacción: ¿Y usted qué se propone hacer o demostrar en "La Patagonia Rebelde"?
Olivera: Me alarma que el Ejército pueda volver a ser el chivo expiatorio. Lo que narra la película está avalado histórica y documentadamente en cada detalle. Esto ocurrió, no es una leyenda negra. En algún grado mi película tendrá un sentido admonitorio, además del objetivo esclarecedor, el de informar. Los hechos evocados en la película son muy sintomáticos. Por un lado corresponden al período de un Gobie
rno popular, encabezado por Hipólito Yrigoyen, y eso nos importa. También nos importa presentar una región de nuestro país que no parece pertenecer a él, con características propias, totalmente diferentes al resto de la Argentina.
Redacción: Además de su interés dramático por el personaje del Comandante Zabala. ¿usted tiene partido tomado con respecto a las dos fuerzas que pugnaron en Santa Cruz, hacia 1923?
Olivera: Dentro del marco de objetividad que impone toda recreación histórica, es lógico —además— que no pueda ser una película fría si recordamos que fueron masacrados centenares de obreros. Creo que la película habrá de traducir, emotivamente, lo que propone la misma tragedia.

Redacción: La bibliografía argentina en la materia reconoce un ilustre antecedente, el de Borrero y su libro "La Patagonia Trágica".
Olivera: No podíamos usar ese título pues los hechos culminantes que asumirá la película no fueron tratados por Borrero, él anuncia la continuación de su libro con el tratamiento de aquéllos en una obra jamás escrita, bajo el proyectado titulo de "Orgía de sangre".
Redacción: ¿Cómo vincula esta obra con sus cinco películas anteriores, en su mayoría desplegadas dentro del campo de la comedia?
Olivera: "La Patagonia Rebelde" no tiene nada que ver con mis anteriores películas. Podríamos quizás exceptuar, por la seriedad crítica en sus objetivos crítica en sus objetivos, a "Las venganzas de Beto Sánchez". Pienso que nuestra próxima película se entronca con un proyecto frustrado, si de "Los Caudillos", película que curiosamente habría tratado sobre una expedición del Ejército al interior para someter, c
omo en "La Patagonia Rebelde", a una rebelión popular.
Redacción: ¿Esta película es indicativa de su inmediato futuro en cine?
Olivera: Pienso que marca una tendencia que tanto las circunstancias generales del país como nuestra empresa (Aries) podrán facilitar. "La Patagonia Rebelde" retoma la primera línea temática de Aries (El Jefe, El candidato), con, la diferencia de que hemos logrado armar una estructura industrial y comercial que nos permite afrontar riesgos económicos, como los que supone una producción de esta envergadura.

Estación Tehuelches, Santa Cruz, escenario clave de la película, donde se registró un terrible combate entre los huelguistas y las fuerzas de represión

11/1/09

LOS HIJOS DE FIERRO


Dirección: Fernando Solanas
Guión:
Fernando Solanas según el poema homónimo de José Hernández
Fecha de Estreno:
12 de abril de 1984


Carta de Fernando "Pino" Solanas a los espectadores (escrita para su estreno en Argentina en 1984):

A comienzos de los años '70, y con la idea de reflejar el momento histórico que vivíamos, empecé a concebir una nueva película. Dos proyectos rondaban mi cabeza: por un lado, una recreación del Martín Fierro; por el otro, la solitaria resistencia que diariamente protagonizaban los trabajadores contra el sistema oligárquico militar. Inicialmente había dos películas, dos imágenes diferentes: una mítica simbólica, y una realista cotidiana. Pero no estaban separadas; eran las caras de una misma historia y, con el correr de los meses, se fueron amalgamando, confundiendo, enriqueciendo con cientos de relatos y memorias que recogí en los barrios, los cafés, los sindicatos, en los patios y las generosas cocinas del Gran Buenos Aires. Estas notas exponen el plante histórico y temático de "Los hijos de Fierro".


MARTIN FIERRO: UN POEMA DE EXILIOS

A más de un siglo de su creación, la obra de José Hernández continúa marcando la línea divisoria entre dos concepciones enfrentadas: Una colonizada y una nacional. Para Jorge Luis Borges, un "europeo en el exilio", como él mismo se define "pensar que nosotros, los argentinos, estamos representados por un gaucho matrero y desertor, es totalmente imposible. Nuestra historia es mucho más compleja que las vicisitudes de un cuchillero de 1872, aunque hayan sido contadas de un modo admirable". Para Leopoldo Marechal, en cambio "... el Martín Fierro es materia de un arte que nos hace falta cultivar ahora como nunca: el ser argentinos y latinoamericanos. Como las epopeyas clásicas, es el canto de un pueblo, es decir, el relato de sus hechos notables cumplidos en la manifestación de su propio ser y en el logro de su destino histórico. ¿Y quién es el héroe en el Martín Fierro? En el sentido literario, es un gaucho de nuestra llanura, y en sentido simbólico, es el pueblo de la Nación recién salido de su guerra de la Independencia y de sus luchas civiles, en las cuáles se ha fogueado. Por lo tanto es el real protagonista del drama en que se juega su devenir".

Si Martín Fierro es, para Borges, el gaucho inadaptado, rebelde ante las leyes de la sociedad, para la interpretación nacional es algo muy distinto: el representante de una clase y de un pueblo a los que el nacimiento de la oligarquía ganadera arrebató sus tierras y derechos, mientras la organización neocolonial del país los marginaba y condenaba a peregrinar por el desierto.

"Tuve en mi pago en un tiempo
hijos, hacienda, mujer,
pero empecé a padecer,
me echaron a la frontera
¿y qué iba a hallar al volver?
Tan sólo hallé la tapera."

El "Martín Fierro" es la expresión de nuestro gran exilio interior, aquel que se abre con la derrota de Caseros y se fortalece en Pavón. Tras la consigna "civilización o barbarie" ser marcó a 40.000 gauchos, y se llevó adelante la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. Era el triunfo del modelo de país dependiente, la bienvenida al capital inglés. Pocas veces una elite dirigente tuvo un proyecto tan alienado como el de Mitre y Sarmiento: construir la Nación reemplazando la sangre nativa por sangre "superior", para el caso la sajona. Comenzaba la conquista del desierto, y el gaucho, perseguido con la ley contra la vagancia, fue llevado a los fortines para combatir a los indios. Se estaba montando la "usina del progreso" y como puntualiza Marechal... "el gaucho Martín Fierro es un desertor de esa usina, una hostilidad militante, lo que se llamaría un elemento de perturbación"

Estas son las circunstancias trágicas que dan origen al poema, escrito por José Hernández en 1872 en el exilio, cuando escapaba junto a López Jordan, de la persecución de Sarmiento. Desde entonces hasta hoy, la superestructura cultural del país quedó en manos de la oligarquía portuaria, cuyas capas dirigentes ¡sus intelectuales, tecnócratas y oficiales- fueron responsables del saqueo y el despilfarro de las posibilidades argentinas. El pueblo ha subsistido soportando o resistiendo proyectos que, siempre impuestos por la violencia del golpe de Estado, lo marginaban social y políticamente en beneficio de las metrópolis de turno. En lo que va del siglo, solo durante treinta años estuvieron vigentes la Constitución y nunca, en esos años, se logró implementar un plan antinacional. Por eso no resulta desmedido afirmar que el pueblo argentino ha vivido una suerte de exilio en su propia tierra. La separación de Fierro y sus hijos al final del poema es la formidable metáfora hernandiana de ese exilio nacional.

LOS HIJOS DE FIERRO

Los descendientes de aquellos gauchos que habían emigrado a las ciudades y los de otros trabajadores que habían llegado de Europa, conformarían cien años más tarde la clase trabajadora urbana. El protagonista histórico ya no es un héroe de derrota como el solitario gaucho de la pampa sino un personaje colectivo que ha conquistado su dignidad y sus derechos fundamentales y se ha organizado para defenderlos: la clase trabajadora, LOS HIJOS DE FIERRO. La figura en la que estas mayorías reconocen a su conducción es Martín Fierro, y lo concebí no sólo como un personaje más sino como su punto de convergencia, el vértice de la pirámide, la síntesis de la representación de su conciencia histórica. El peregrinaje de Fierro a través del desierto es el difícil tránsito de la Nación en el llano, la búsqueda del camino liberador para la patria cautiva. En cuanto a los demás personajes conservé los principales del poema original: El Hijo Mayor, el Hijo Menor, Picardía, Cruz Viscacha, la Cautiva. Y agregué otros: Pardal, Angelito, El Negro, Elvira, Teresa, Alma. Todos tratados en dos niveles alternados: El individual y el colectivo. Ninguno de ellos encarna a una persona real; constituyen la presencia de diversos roles, tendencias políticas en el seno de la clase trabajadora. Del mismo modo, la insurrección del capitán Cruz es simplemente el sueño de Picardía y de muchos cuadros sindicales de la época, aunque la realidad dio, en el 56 oficiales como Valle, Tanco y Cogorno.

Los Hijos de Fierro, es un canto a la unidad y a la resistencia del pueblo argentino, frente a los diversos proyectos de dominación que han sido lanzados contra él a lo largo de su historia. Intenta reconstruir, a partir de la historia oralmente transmitida, la epopeya protagonizada por el pueblo desde la pérdida de su soberanía como consecuencia de un golpe militar hasta su recuperación. Tiene una clara referencia: la etapa que transcurre entre el golpe militar del 55 y el triunfo de las elecciones del 73. Etapa que, para la clase trabajadora significa 18 años de exilio interior, de proscripción política, de intervenciones sindicales, de anulación de conquistas obreras. Pero los HIJOS DE FIERRO, no es una crónica ni un testimonio, sino un poema época que evoca, a través de la ficción, la memoria popular de una de las más tenaces resistencias latinoamericanas.

Hoy presento al público la película tal como fue terminada en 1975, no sólo porque el conjunto consideró válida su visión de aquella resistencia, sino también porque refleja con bastante objetividad el pensar y el sentir de aquellos años. Sin embargo, la parábola del film trasciende la cronología histórica y adquiere mayor actualidad porque LOS HIJOS DE FIERRO, representa a los que luchas, hoy más que nunca por la plena vigencia de la Constitución y el fin de la violencia del privilegio. Es decir, los que luchan por la democratización de la sociedad argentina desde el barrio hasta el parlamento, desde la fábrica hasta el sindicato, desde el trabajo hasta la universidad, desde la calle hasta los medios de comunicación de masas. Las sucesivas batallas libradas por los HIJOS DE FIERRO continuarán siendo vigentes hasta que podamos conseguir estos objetivos.